CPI – La escasez de agua es una problemática global y América Latina es una de las regiones más afectadas por este fenómeno, razón por la cual es clave implementar políticas que permitan hacerle frente de manera de asegurar el suministro para la población y las actividades productivas.
Este tema fue abordado en extenso en el panel “Infraestructura hídrica en un ambiente de cambio climático”, realizado en la última jornada del I Foro Latinoamericano de Infraestructura, organizado por el CPI.
El expositor principal fue el ex Presidente de la República, Eduardo Frei, quien destacó que con el 33% de los recursos hídricos renovables del mundo y con apenas el 18% de la población del planeta, Latinoamérica es el continente con la disponibilidad más alta del mundo. Sus 3.100 m3 de agua per cápita por año, duplican el promedio per cápita mundial.
“Pero, a la vez, América Latina presenta una distribución geográfica del agua desigual, con zonas extraordinariamente ricas y otras más secas. Aún más, en las siguientes décadas muchas de las ciudades más grandes de la región, como Lima, Santiago, Caracas y Quito, podrían afrontar problemas de escasez de agua, mientras Ciudad de México tiene un largo historial de insuficiencia de agua”, explicó.
La paradoja de contar con recursos hídricos envidiables -comentó el ex Primer Mandatario- y a la vez registrar limitaciones tiene un nombre propio: inseguridad económica del agua. Esta, argumentó, tiene que ver con el déficit de infraestructura, capital humano, institucional, financiero y de gobernabilidad de un país, que lleva a situaciones de escasez, más allá de la presencia del recurso.
“En este sentido, la tarea número uno es lograr la seguridad hídrica en los países de Latinoamérica, para lo cual advierto cuatro tareas prioritarias: garantizar el acceso de la población a niveles adecuados de agua potable y saneamiento; avanzar hacia un desarrollo productivo sostenible; asegurar la conservación de los cuerpos de agua en un estado compatible con la protección de la salud pública y el medioambiente, y reducir los riesgos relacionados con el exceso de agua”, manifestó.
Realidad local
En el caso de Chile, sostuvo que, en términos de volumen de agua procedente de las precipitaciones, nuestro país posee un promedio nacional per cápita de 51.218 m3/persona/año, valor sustancialmente alto respecto a la media mundial registrada por el Banco Mundial que llega a unos 6.600 m3/persona/año. Sin embargo, tiene brechas muy significativas a lo largo del territorio nacional: mientras en el norte este promedio baja a 500 m3, en el sur es de 7.000 m3.
Sin embargo, la creciente demanda de suministro, la competencia para obtener el recurso, la mala calidad del agua, el deterioro de la infraestructura y los efectos del cambio climático (sequías extremas, inundaciones, aumento de precipitaciones, etc) están provocando escasez en algunos lugares y limitando el desarrollo de la agricultura, la industria, la minería, la producción hidroeléctrica e incluso, está ocasionando conflictos entre esos sectores debido a la competencia por el recurso.
“Soy un convencido que este es un problema de gestión, información, falta de estructura y mal uso de los recursos hídricos. Chile tiene más de 1.200 ríos que trasladan en total grandes cantidades de agua. ¿A dónde va a parar todo eso? Se estima que se utiliza sólo el 15% del agua que escurre superficialmente en las cuencas del país. El resto, se vierte en el mar sin ser aprovechado”, aseguró.
Para hacer frente a la escasez de agua que enfrenta y enfrentará América Latina, Frei propuso avanzar en los siguientes ámbitos de acción:
– Lograr el acceso de la población a niveles adecuados de agua potable. Pese a que estos índices han mejorado en los últimos años, más de 25 millones de habitantes en zonas urbanas no tienen acceso a agua potable y más de 100 millones carecen de saneamiento.
– Garantizar el desarrollo productivo sustentable reduciendo el impacto de las sequías y el cambio climático, para lo cual hay un conjunto de medidas que se pueden adoptar, como la construcción de embalses y mini embalses, la incorporación del riego tecnificado en la superficie agrícola y la construcción de plantas desaladoras, entre otras.
– Disminuir los niveles de contaminación en las aguas superficiales e incrementar la protección de cuencas.
– Desde el punto de vista institucional, resulta imprescindible que los países realicen una evaluación sistemática de los recursos hídricos, con el objeto de conocer verazmente su disponibilidad en cantidad, calidad y oportunidad.
– Establecer un marco legal que fomente la preservación de los recursos hídricos y crear más conciencia cultural sobre las disparidades en la disponibilidad y calidad del agua que existen entre la población.
– Mejorar la gobernabilidad de los recursos hídricos. En general, en la gestión del agua en los países latinoamericanos confluye una multiplicidad de actores (43 en Chile), con objetivos muchas veces divergentes.
Crecen plantas desaladoras
Bernard Bon, Director de SUEZ pata Latinoamérica, realizó una completa exposición sobre el mercado de las plantas desaladoras, opción que está ganando cada vez más terreno en zonas que enfrentan estrés hídrico.
El ejecutivo detalló que actualmente existen en operación cerca de 20 mil plantas desaladoras en 150 países, las que pueden abastecer de agua potable a unos 300 millones de personas. El mercado global, por año, en este tipo de sistemas la estimó en US$ 30 mil millones.
Con respecto a la capacidad instalada, Bon detalló que el 64% se destina a agua potable, 34% a consumo industrial industria y sólo 2% a riego. Por regiones, América Latina concentra el 8% de la capacidad instalada, en tanto que el liderazgo lo tiene Medio Oriente y el norte de África, con 31%. Le siguen Europa (25%) y Norteamérica (15%).
“En Chile, la desalación es una oportunidad para el sector minero, ya que el 78% de las operaciones de ese sector están en zonas de clima árido o semi árido que presentan restricciones hídricas importantes. Se prevé que al 2028 la minería aumentará en 290% su consumo de agua de mar”, proyectó.
En cuanto a los costos de producir agua desalada, explicó que hoy fluctúa, dependiendo del país y tamaño de la planta, entre 0,75 y 1,25 US$/m3. Sin embargo, se prevé que gracias a las mejoras tecnológicas y bajas en los costos de la energía y de la inversión en este tipo de sistemas, estos valores caigan a la mitad en los próximos 20 años, situándose entre 0,3 a 0,5 US$/m3
Fuente: CPI, Viernes 29 de junio de 2018